Te fuiste para no volver más. Me dejaste para librarme de mis inquietudes. Ya no soy la misma persona que la de haces unos años. Si me vieras ahora, no sabrías que decir. A decir verdad, si te recuerdo me entristezco. No te guardo odio, ni rencor. Ahora te entiendo con el paso de los años. Tú eras la tristeza personificada, la viva imagen de la desesperación, del no saber qué hacer. Te apoderabas de mí por las noches sin saber por qué, y el caso es que no eras una simple pesadilla. Aparecías sin avisar, y no te apiadabas de mí. Te tenía miedo y odio a la vez. Si me hubieras intentado matar, habría dado igual, estaba de un modo u otro muerta. Aquello no era vida, no poder sentir que eres tú misma, sentirte limitada. Tenías miedo sin saber por qué. El mundo es para los vivos, y yo en ese momento no lo estaba, era un ser extraño en un mundo donde la gente quería luchar y sobrevivir ante las dificultades humanas, cosa que yo en ese momento ignoraba. Me había dado por vencida, cosa que no volverá a pasar. A pesar de ello, guardas una mínima esperanza, sueñas con aquel día en el que tu vida pueda ser de varios colores, no solo negra. Me convertiste en un ser solitario, con miedo a qué decir, cargado de pesimismo, enfrentado con el mundo, y lo peor aún, con unos mismo. Vivimos en un mundo dominado por el egocentrismo, a la gente le da igual lo que puedas estar sintiendo en ese momento.
En in intento de desesperación corres como si el mundo se acabara, quieres desprenderte de todo aquello que hace no persona y que no deja vivir. Intentas ocultar esos sentimientos que hace que tu día a día sea un profundo abismo negro, que consume parte de tu vida y de tu ser. Por un momento te sientes bien, pero no te equivoques, la desesperación llama dos veces. Pero un buen día, miras atrás y no ves nada. Todo aquello se ha esfumado, se ha ido, te has muerto y has vuelto a renacer. Has intentado volver a mí, pero ya no te volveré a abrir la puerta. Ya no volverás a ver a la chiquilla triste que llora por los rincones de aquel mundo solitario, porque te olvidado. Soy una persona nueva, dispuesta a comerme el mundo. Ya no tengo miedo a nada, y lo mejor aún, a ti. El mundo está lleno de personas buenas, pero también malas; quizás haya demasiadas, peor eso para mí no es problema. Tú me enseñaste, en parte, a enfrentarme a ellos. Nunca sabré todo acerca de ti, ni por qué querías hacerme daño. Ahora que te has ido te comprendo un poco más.
A pesar de ello te digo adiós, adiós de todo corazón. Espero que tú también puedas desprenderte de todo lo que hiere, como yo lo hice, ya te deje a ti. La vida nos brinda oportunidades, aprovéchalas. Se despide una parte de ti antigua, porque te recuerdo que la chiquilla triste eras tú y no yo.
Marta Fernández-Yañez Nº11
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